Jung llegó a equiparar el Mandala con el ojo humano en términos morfológicos y espirituales: porque la disposición concéntrica de los elementos del Mandala, en simetría radial, coincidían con las propiedades inherentes del iris ocular; y porque el ojo era el órgano de la luz que ilumina la consciencia, la parte del ser humano que contemplaba al universo y determinaba la posición del observador en éste, absorbía energía cósmica y la exhibía ante el espíritu interior. Representaba, en definitiva, la Unión entre el individuo y el cosmos.
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