jueves, 25 de noviembre de 2010
Mantra para el gato de Schroedinger
Desde el Tíbet nos ha llegado la sabiduría de cómo vivir con el mayor de los maestros que se acerca indefectiblemente. El maestro muerte. La instrucción espiritual es el deber de acompañar al moribundo para que tenga buena muerte. Pero mayor es nuestra obligación de acompañar al exuberante para que tenga la mejor de las vidas.
“Om mani padme hum” es nuestra oración, nuestra contra a las seis emociones negativas que nos envenenan cuando lo divisamos, en brumas o en se me informa, que se acerca. Más si alguien le paga el viaje de modo premeditado. Es la duda que no pasa la que invita a las consecuencias que causa la acción humana dirigida por orgullo, celos, deseo, ignorancia, codicia y furia. El mantra es recitado para transformarlas en nosotros en emociones positivas de generosidad, conducta harmónica, fortaleza, entusiasmo, concentración y perspicacia para elevar el plano de vida de los supervivientes.
Es el mantra que todos con devoción debemos recitar en estos tiempos. Nuestro impar mas distinguido confiesa en público el mayor de sus miedos. Se siente enculillado al grado extremo del gato de Schroedinger. Ya está en la duda mayor del seguiré vivo, estaré muerto.
En ese estado de conciencia, las furias, la ignorancia, los celos, la codicia, el orgullo y el deseo mueven todo el mal que se lleva adentro. Se cree y se difunde que ya una tómbola está llena. Se señala a quienes promovieron la recolecta, se les amenaza con el ultimo mal de apropiarse de lo habido por ellos de peor modo como lo hicieron con los dueños de Agroisleña. Da las instrucciones a la manada de mandriles con poder de asalto y de ejecución de la matanza. Son las furias desatadas del que se sabe solo y lleno de desconfianza en esa duda relativistica del gato que apuesta a la peor de las soluciones de la onda que esta por colapsar. Tantas vidas que tenía y he gastado, piensa para sí, para que venga este Schroedinger a experimentar con mi última.
Habrá pensado el gato de Schroedinger en golpear con todas sus fuerzas el contenedor, el Miraflores que lo encierra para que la radiación, el veneno alcance a Schroedinger que activo el botón de lo mantiene en esa eternidad del instante donde la duda, el culillo, el miedo paralizante lo ha embargado en ese no saber si sigo vivo o ya soy gato muerto.
“Om mani padme hum” debe ser nuestro susurro, nuestra voz silente, nuestra plegaria, nuestra contra en este instante que perdura donde sentimos la perplejidad de Schroedinger de si el gato en cuestión toma la suerte de Nerón, de mi fin traerá el diluvio. Convoquemos en esta hora a la generosidad, a la conducta harmoniosa, la fortaleza, al entusiasmo, concentrémonos con perspicacia en cómo mantenernos y en supervivir el peligro de este instante, del ahora que perdura.
Charles R. Páez Monzón
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