viernes, 1 de abril de 2011

Gurú Rinpoché

Durante el reinado del emperador Trisong Detsen (755-797) se construyó el primer
monasterio budista: el monasterio de Samye.



El Tíbet anterior a la llegada de las enseñanzas de Buda era un controvertido pueblo
religioso practicante del Bonísmo y el Gcug -religiones chamánicas- sumido en terribles
guerras, calamidades, prácticas mágicas y esotéricas. El emperador del Tíbet, Trisong
Detsen, reclamó la presencia del gran maestro Padma Sambhava, Gurú Rinpoché, que
llegó al Tíbet y lo pacificó rápidamente, subyugando a todas las fuerzas del mal y
haciendo reinar la armonía.
El Legado de Buda y la intervención de Padma Sambhava, generaron un cambio
existencial en la manera de ser y vivir de los tibetanos, que comenzaron una andadura
en el camino del trabajo introspectivo y en la búsqueda del conocimiento del ser
supremo que todos llevamos dentro.
En el siglo VIII de nuestra era, el budismo indio era como un océano, lleno de
enseñanzas y prácticas, escrituras, tecnologías e instituciones que habían proliferado
durante más de mil años en respuesta a las necesidades de muchos pueblos diferentes
del subcontinente indio. De este contexto procede el gran Gurú Rinpoché. Oriundo del
país de Udayana, al noroeste de la India, su venida había sido anunciada por el propio
Buda Shakyamuni que expresó que él regresaría en la forma de Buda Padmasambhava
y que brindaría más enseñanzas sobre el tantra Vajrayana. Apareció una noche en las
aguas del lago Dhanakosha, sobre un loto gigante enmarcado en un arco iris imposible
que nació de un rayo de luz infinita.
En aquel país reinaba por entonces el anciano Indrabhuti, ciego y sin descendencia,
quien esa misma noche se vio en sueños igualmente iluminado por una luz intensa y
extraña, portando en la mano derecha un rayo de oro. A la mañana siguiente, un
sacerdote llamado Trikna Shin, le informó de la aparición en el lago de la “luz que
ilumina los tres mundos”. El rey se dirigió sin perder un segundo hacia sus aguas,
seguido por la corte en pleno. Al borde del lago, frente al niño iluminado por la luz más
verdadera, el anciano rey recuperó la vista, mientras el niño proclamaba:
- Mi padre, Buda Shakyamuni, predijo mi llegada 1200 años antes de su Nirvana.
Vengo para divulgar el poder infinito de los Mantras.
El rey lo adoptó y le puso el nombre de Sarouha Vajra (rayo que surge del lago),
educándolo como si se tratara del hijo que nunca tuvo. Pasados los años, el joven se
desposó con una princesa llamada Vashadara, pero el matrimonio terminó cuando
Padma Sambhava sintió la ineludible llamada de su destino y decidió retirarse del
mundo.
Así pasó muchos años recorriendo países y monasterios, estudiando los textos búdicos
y enfrentándose en los cementerios a dioses y diablos para entrenar su poder. Así fue
como recibió de las doce Tanmas –Diosas de los conocimientos ocultos en la tradición
dakkini- la Ciencia Secreta y la Adivinación.
Fue en el país de Cachemira donde le dieron el nombre de Padma Sambhava, aunque
también fue conocido por muchos nombres. El rey de Lahore, consiguió que se casara
con su hija Mandamara. Pero el poder mundano arrastra resentimiento y envidias y un
día su casa apareció envuelta en llamas. Asombrosamente, Padma Sambhava surgió de
entre el fuego en la posición de loto, meditando, sin sufrir el menor daño. Las llamas,
sin embargo, se cebaron en sus enemigos. Fue su primer milagro.
Entre sus numerosas facultades destacaba la adivinación del porvenir. Por ella supo un
día que el rey del Tíbet Trisong Detsen precisaba su ayuda y que venía en su busca una
embajada real. Salió a su encuentro y juntos continuaron el viaje hasta la capital, Lhasa.
El camino se convirtió en un infierno para todos ellos por las legiones de seres malignos
que pretendían a toda costa impedirle la entrada al reino. Le tendieron mil y una
trampas y emboscadas de las que salió milagrosamente indemne, incluso derribando
parte de la cordillera del Himalaya sobre los insidiosos diablos en un ataque masivo a
las fuerzas del mal. Dicen los antiguos textos que llegó a Lhasa el año 747.
Su primera intervención pública consistió en una convocatoria general de las entidades
maléficas que asolaban el país de los hielos y de las nieves: diablos, genios, espíritus
elementales, fantasmas... a los que logró someter a la autoridad del bien supremo
mediante sus Mantras budistas.
Después, con la ayuda del místico Shanta Rakshita (que no había logrado someter a las
deidas locales él solo) enseñó la doctrina de Buda y el tantrismo, fundando en el 749 el
primer monasterio del Tíbet: el de Samye, que se convirtió en un centro principal para
estudiar el budismo y el lugar del Tíbet donde fueron engendrados muchos textos de la
literatura budista (allí se tradujeron textos del Sánscrito al Tibetano).
De sus manos se ordenaron los primeros 7 lamas tibetanos y sus enseñanzas siguen aún
vivas para beneficio de todos los seres sintientes.

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