Dopu es el guía del grupo. Gracias a su pericia, todos han logrado atravesar sanos y salvos la región de Solu Khumbu. Dopu es fuerte y atlético, quizás demasiado alto para ser tibetano. Como todos los de su pueblo, resulta parco en palabras y adusto en el ademán. Cuando contesta a mis preguntas, mantiene una actitud reservada, de animal al acecho, hasta que mi traductor logra convencerle de que no voy a ponerle en peligro.
¿Cuántas veces ha ayudado a grupos de refugiados a cruzar la región la región de Solu Khumbu?
D: Esta es la primera vez que hago de guía. Sólo hice este viaje una vez antes, acompañando a un sherpa.
¿Cómo se decidió a ayudar a estas personas a escapar a Nepal y cómo contactó con ellas?
D: Tengo una granja en mi pueblo, en Amdo. Muchas de las personas en el grupo son también de allí. Ellos sabían que yo había cruzado la frontera una vez y me pidieron que les ayudara a llegar a Nepal. Después, en Lhasa, se nos unieron otras personas. Imagino que supieron de nuestro viaje a través de algún conocido.
¿Cuánto dinero le ha pagado cada miembro del grupo?
D. Unos 1.500 yuangs (unos 181 dólares) pero quiero que quede claro que no lo hice por dinero, lo hice porque mucha gente de mi pueblo me lo pidió y quería ayudarles.
Dopu y los primeros miembros del grupo llegaron a Lhasa, la capital de Tíbet, el 16 de Junio. Allí esperaron durante cuatro días hasta que se les unieron los demás, procedentes en su mayoría de Kham. En Tíbet lo habitual entre quienes desean huir es encaminarse a Lhasa, desde donde redes clandestinas de informadores les ponen en contacto con otros interesados.
Para escapar de Tíbet, Dopu y su grupo realizaron el siguiente itinerario: desde la ciudad de Lhasa tardaron casi un día en recorrer, con un jeep, los 250 Km que la separan de Shigatse, la segunda ciudad más grande del país. Allí permanecieron una noche antes de partir a Lhatse (150 Km) en autobús. Tras permanecer en Lhatse un día, se encaminaron al pequeño pueblo de Dhigri, en la provincia de T-Üsang, limitando con Nepal. Desde allí se internaron en los pasos de montaña a través de la región de Solu Khumbu, en un viaje que se prolongó durante 20 días.
Hábleme del viaje a través del Himalaya
D. “Cada uno llevaba una o dos mudas de ropa, un mu-yee (chaqueta hecha de lana) para el frío y sólo un par de zapatos. Había que ir lo menos cargado posible, por si nos surgía una patrulla china y teníamos que salir huyendo. Con respecto a la comida, cada persona se trajo 12 gyamas - unidad de medida china - de tsampa (harina de cebada tostada que constituye el alimento básico de los tibetanos), una caja de noodles y nada más. El agua no ha sido problema: en todo el camino hay abundantes manantiales.
Caminábamos durante más de diez horas al día. Durante dos días tuvimos que caminar toda la noche, y dormir durante el día ya que era extremadamente peligroso. Como no podíamos utilizar linternas, nos atamos con cuerdas; así, si un miembro del grupo resbalaba en la oscuridad los otros le recogían. Sólo parábamos para desayunar y cenar. Varios días nos llovió, llovió mucho… Las rocas resbalaban y no podíamos hacer un fuego para secar la ropa. Tuvimos que dormir con las ropas mojadas, apretados unos contra otros para darnos calor. Todas las noches dormíamos sobre el suelo.
Recuerdo que tuvimos que bordear una gran montaña. Había nieve por todas partes y hacía mucho frío. Algunos no traían calcetines. Decidí que era mejor no detenernos hasta que no descendiéramos la montaña. Creo que también pasamos cerca del Monte Everest, pero no estoy seguro.
Hubo un momento en que nos quedamos sin comida. Sólo teníamos té negro y no podíamos encender un fuego para calentar el agua. Comíamos las bayas silvestres, plantas y todo lo que encontrábamos por el camino. Luego venían las diarreas con lo que nos debilitábamos aún más. Entonces nos encontramos un sherpa que nos cobró 500 rupias nepalíes (unos 6 dólares) por un plato de arroz. 500 rupias!…
¿Y los niños?, ¿cómo resistieron esas condiciones?
D. Los niños se portaron bien, sin llorar y aguantando el ritmo de la marcha. En los tramos más duros nos turnábamos y les transportábamos en la espalda.
¿Encontraron patrullas chinas por el camino?
D. Sí, cerca de Dhingri nos sorprendió una patrulla de policía. Salimos huyendo en todas las direcciones. Vi que uno de nosotros tropezó y cayó rodando ladera abajo. Creo que se rompió la pierna o algo así porque no podía caminar. Lo último que pude ver es que se arrastraba y gritaba mientras los soldados chinos disparaban al aire y venían hacia nosotros.
¿Qué cree que habrá sido de este hombre?
D. Me imagino que lo interrogarán y pasará una temporada en la cárcel, igual que si nos hubieran detenido a cualquiera de nosotros. Los castigos son especialmente duros para los que hacen de guías. Yo conozco gente que lleva cinco años en prisión. Cuando salgan, no tendrán derecho a nada, ni trabajo, ni tierras, ni atención en los hospitales, nada…
Tashi Dolma es la única mujer del grupo. Aparenta una edad más joven que sus 19 años cumplidos. Extraordinariamente tímida, parece medir cada una de sus palabras antes de hablar, aunque ahora le han asegurado que puede contar sin miedo cuanto está pasando en Tíbet, que debe contarlo. Tashi Dolma ha cruzado la cordillera del Himalaya vistiendo una simple chuba, o vestido típico tibetano, y unas alpargatas. Viaja sola, aunque reconoce que Dopu y todos los hombres del grupo la han ayudado mucho. Es la primera vez que sale de su pequeña aldea de Tsuka, en la provincia de Amdo.
[Tashi Dolma]
¿Por qué quería escapar de Tíbet?
T.D. “Porque quiero estudiar y quiero ver al Dalai Lama. En mi aldea nadie puede ir al colegio; mis padres son granjeros y no pueden pagar los 400 yuangs al mes (unos 48 dólares) que cuesta el colegio construido por los chinos. En Tíbet la gente no es feliz. Mi familia, mis amigos, toda la gente de mí aldea no son felices. Los chinos no se meten con nosotros, pero a veces pasamos hambre porque no podemos decidir sobre la forma de cultivar la tierra, no podemos decidir sobre nuestras propias cosechas.
Mis padres tienen una gran granja. Si pudiéramos decidir la forma de cultivar la tierra, tendríamos una cosecha de tsampa para todo el año, pero los chinos nos están obligando a que transformemos nuestras tierras de cultivo en pasto para el ganado. En nuestra aldea siempre se ha sembrado trigo, no tiene ningún sentido cultivar pasto para el ganado. El próximo año no habrá comida suficiente para todos y mucha gente pasará hambre”.
Cuanto está pasando en la remota aldea de Tashi Dolma no constituye sino un ejemplo de cómo afecta a los agricultores tibetanos las directrices agrarias fijadas en el los llamados Planes Quinquenales de la República Popular China. Entre los objetivos estratégicos del décimo Plan –en vigor en las fechas en que tuvo lugar esta entrevista -, se fijaba como tarea prioritaria en agricultura la “ampliación de los pastos ganaderos en las regiones del oeste”, entre las que se incluye Tíbet.
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