Sebastián Álvaro está cansado. Cuando se pone al teléfono, acaba de concluir un agotador día de travesía y se dispone a acostarse para madrugar a la mañana siguiente [hoy] para dirigirse a Katmandú. “Aquí se vive con la luz. A las seis de la tarde se va la luz, lo que tardamos en cenar, a la cama y a las cinco de la mañana cada día [nos levantamos] y a las seis ya estás en marcha”, resume.
Hace alrededor de dos meses comenzó un viaje en el que ha atravesado en moto los 5.000 kilómetros que llevan de punta a punta del Tíbet. Ahora ya está en la recta final de su expedición. A pesar del cansancio acumulado, no hace falta que nadie le insista para que se lance a hablar del Tíbet, uno región que ha visitado, explorado y escalado “veinte, treinta, cuarenta veces o por ahí”.
“Seguramente a los chinos no les va a gustar lo que yo voy a decir”, advierte antes de denunciar la situación que sufren los tibetanos a diario bajo su punto de vista. “La situación tibetana dentro de China lejos de aflojar la gran presión, en los últimos tiempos está retrocediendo, sobre todo en lo que respecta a derechos humanos de la población tibetana. El Tíbet tiene una desgracia, que es la de ser un país entre dos superpotencias en expansión, como son la India y China, y que sobre todo debido al formidable crecimiento económico de China, ningún país occidental está dispuesto a plantear el tema de los derechos humanos en el Tíbet”, se queja.
Este alpinista de profesión y por devoción, creador del ya mítico programa de TVE “Al Filo de lo Imposible”, llegó al Tíbet por primera vez hace 23 años y siempre vuelve allí y toda la zona de Asia Central. “Si lo que te gusta es la aventura o escalar montañas, todo está aquí. Es el último lugar de la tierra con la naturaleza en su estado más salvaje, la geografía aún está por domesticar”.
La primera imagen que le viene a la cabeza a Sebastián Álvaro cuando piensa en el Tíbet es la luminosidad del lugar. “La luz del Tíbet es soberbia. Solamente hay otro lugar comparable en esto la tierra: la Patagonia, debido a los vientos. Aquí se debe a la altitud. En ningún otro lugar del mundo se ven los cielos que se ven, en el día y la noche, que se ven en el Tíbet”.
Y continúa su explicación de experto montañero: “El Tíbet es una de las regiones más bellas de la tierra, que además tiene una cualidad geográfica que le hace diferente a cualquier otra en el planeta: la altitud. La altiplanicie tibetana se eleva a 4.800 metros de media. Eso hace que la vida en el Tíbet sea muy difícil y eso hace que una superficie de dos veces y media España acoja a tan solo 3 millones de personas”.
El amor de Álvaro por estos parajes se refleja en su entrega en la defensa por la libertad de los tibetanos. “Me paso mucho tiempo en el Tíbet. Y veo cómo las condiciones de vida de los tibetanos lejos de aumentar y lejos de que se reconozcan algunos derechos fundamentales, va justo en dirección contraria”.
“La etapa de ‘chinización’ del Tíbet es brutal y está en todos los órdenes de la vida. Los [chinos de la etnia] han controlan los medios económicos, políticos, sociales y de comunicación mientras que a la población tibetana apenas se le reconocen sus derechos. Desde luego, lo que son los derechos civiles no tienen ninguno, no tiene representación ni posibilidad [de tenerla].”
Un ejemplo claro de esta desigualdad la puede experimentar, según Álvaro, cualquier turista después de 24 horas en la región: “Si tú quieres contratar un jeep el conductor será han (o sea, chino), el del café también, el de los internets”.
Dice este gran conocedor del Tíbet que los chinos son más cultos y emprendedores; añade que la comida cantonesa es mejor. Pero opina que todo eso se debe a la falta de recursos que tienen unos frente a otros, a la vez que subraya que los chinos tampoco disfrutan de grandes derechos civiles.
¿Cuál cree que es la solución al conflicto? ¿Más autonomía, como clama el Dalai Lama que ya ha aceptado a regañadientes el control del Gobierno chino, o la independencia, como insisten numerosos activistas?
“Aunque uno es un pragmático y está convencido que hoy en día un Tíbet independiente es imposible, yo creo que las opciones que ha planteado el Dalai Lama y algunas organizaciones como dentro de China pero con cierta autonomía y con derechos civiles, debería ser una solución dentro de una China que también tiene que alcanzar niveles no solo económicos, sino niveles de crecimiento político y democrático”.
Álvaro destaca que los tibetanos son un pueblo pacifista y pide que tanto el Gobierno chino como los países occidentales, incluida España, tomen cartas en el asunto y presionen al Ejecutivo de Wen Jiabao.
El alpinista rememora una escena que experimentó hace unos días en sus propias carnes: “Estaba en el Templo de Jokhang, que es como el ‘Vaticano budista’, haciendo la cola. Había miles de peregrinos y en las azoteas los soldados estaban vigilando con ametralladoras. Me pareció desproporcionado, porque los tibetanos jamás llevan una pistola encima”.
La conclusión para Sebastián Álvaro es clara: “El hecho de que hayan pasado 60 años de la ocupación, no viene más que a demostrar y a poner de manifiesto lo injusto de esa situación”.
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